1810

Desde la creación del Virreinato, las mujeres usaban el traje de origen español de faldas largas y anchas, y muy ceñido a la cintura con corset. Los peinados eran recogidos en un rodete ajustado con peinetas.
Durante el periodo colonial la Argentina tiene la mirada puesta en Europa y, a los efectos de ser más específicos, intenta imitar, sobre todo a Francia y España. La clase influyente de entonces se viste copiando la moda de Paris. La moda europea, tras la revolución y la ruptura con el antiguo régimen es menos ostentosa, los colores son claros, el corte típico de los vestidos es el llamado corte princesa, debajo del busto. En cuanto al calzado, los zapatos de la dama suelen ser de tela, hechos a mano y en algunos casos, llevan uno que otro bordado. En relación con el peinado, se estilaba el rodete, sostenido con una peineta, dejando caer algunos bucles al costado de ambas mejillas.
Se caracteriza por ser un estilo menos ostentoso y rebuscado. Asimismo, pese a la sobriedad, hay gran variedad de telas gracias al proceso de la Revolución Industrial: más mercados, menos tiempo de producción y costos más bajos. En la colonia año 1810, las damas de clase alta “decente”, adoptaron la sencillez de la Francia revolucionaria, con colores muy pálidos, marfil o blanco, el corte debajo del busto estilo imperio con grandes escotes y telas muy finas y transparentes como la muselina, (aún en invierno debajo de los vestidos solo tenían una enagua de la misma tela, de allí que la enfermedad más común entre las señoras era “el mal de la muselina”, bronquitis fuerte). Usaban peinetones, la pequeña peineta española (tipo teja) caladas y talladas en carey. Para ir a misa, sobre la peineta se colocaban la mantilla española, el misal y el infaltable abanico. Los peinados estilo romanas, con pequeño rodete alto, rizos a los costados y todo adornado con perlas y collares.