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Ponen semáforos en el barrio por el tránsito

Peatones que se cruzan delante de las zigzagueantes motos y perros con mal genio que las persiguen. Autos que aceleran en vías estrechas, entre casas de ladrillos sin revocar. Los semáforos pasaron a ser una urgencia para el barrio.

Semáforos en las estrechas calles del barrio.

Las villas 31 y 31 bis, en Retiro, crecen a un ritmo vertiginoso. Tanto que la urbanización aportó una problemática desconocida en los asentamientos: el tránsito caótico. Días atrás, la Ciudad instaló los primeros tres semáforos en el límite entre ambos predios, separados por el eje de la autopista Illia.

Ocurre que en los 8,3 km de calles de cemento -representa el 50% de la villa- las motos y los autos le dan un vértigo importante al barrio. Hay más vehículos y circulan más rápido. Y los vecinos también piden que se ordene... el estacionamiento. Entonces, el gobierno intenta organizar el tránsito en calles angostas que serpentean entre casas apiladas de hasta seis pisos y con una población de 40.000 habitantes. Porque si bien los límites de sus 15,5 hectáreas están condicionados, tienen vía libre (clandestina) para trepar en altura.

Hoy, más de 1500 autos transitan y duermen en las villas 31 y 31 bis, donde el metro cuadrado de una vivienda se vende a 1300 dólares. Y el alquiler de una pieza cuesta desde 2600 pesos mensuales. En algunas habitaciones de las más de 7000 precarias moradas, de 16 m2, viven- o sobreviven- hasta más de 15 personas. Incluso, cuentan con un servicio propio de transporte urbano: dos líneas de colectivo, no habilitadas, unen el extremo norte de la villa con Retiro. El boleto cuesta $ 3.

La calle 10 es una de las vías asfaltadas que conecta la villa 31 con la 31 bis. Allí colocaron dos semáforos, con dos luces: verde y roja. En algunos tramos, la calle se estrecha a 3,5 metros de ancho y puede circular un sólo vehículo, cuyos espejos retrovisores pasan a centímetros de las viviendas. Viviendas que durante el día permanecen con las puertas abiertas y la televisión encendida. Pero cuando cae la noche, sus moradores se encierran detrás de rejas y candados.

Viviana es una mujer de 21 años que aparenta bastante más edad de la que acusa. Está sentada sobre una pila de escombros en la manzana 15 de la villa 31. Juega con su hijo de dos años cuando una moto que casi atropella a un perro mal alimentado irrumpe por esta angosta vía. "Es necesario que pongan lomos de burro para evitar esto: ¡Mirá, mirá..! pasan a toda velocidad desde que hicieron el asfalto. Un peligro", dice la mujer. Y cuenta un insólito episodio. "Hace un mes y medio, un chico en una moto atropelló a un nenito, por acá nomás... El padre vio lo que pasó y, mientras la madre atendía a su hijo, el tipo entró a su casa, buscó un arma, salió y le pegó un tiro al que manejaba la moto. Le dio en el hombro. No lo mató de casualidad", asegura Viviana, nacida en Paraguay.

Calles estrechas y niños en edad escolar .

El Playón es la calle céntrica de la villa 31 bis, que desemboca en la cancha de fútbol "de los paraguayos". A media tarde, cuando los chicos salen del colegio, esta arteria se asemeja bastante a la más popular de las ferias argentinas, un domingo de primavera: aromas de panes y carnes cocidas se mezclan entre el paso de cientos de peatones, grandes y niños; de motos y bicicletas; de carros de cartoneros y de hasta algunos chicos en patinetas. Dos uniformados recostados dentro de un camión de infantería de la Policía Federal custodian la zona.

Allí, bajo la autopista Illia, en el cruce la principal y la calle 10, se instaló otro semáforo. Funciona con intermitencias. Éste es el punto más conflictivo para el tránsito. "En las calles, cuando tenés dos autos de frente, es imposible andar. El semáforo era importante para acomodar la cosa... ¿vio? Ahora no sé si todos lo van a respetar", dice María Yáñez, vecina de la 31, parada en la puerta de la pizzería El Sepillo, delante de la popular canchita de fútbol. Este lugar sirve de estacionamiento para unos cincuenta autos los días hábiles, mientras que sábados y domingos se disputan allí los clásicos picados de fútbol. En juego están el honor y la plata. Y hay veces que las discusiones aquí también se resuelven a los tiros.

El estacionamiento indebido dentro de la villa es otra de las nuevas quejas vecinales. Por aquí, donde la energía eléctrica es gratuita y no existe la red de gas, los autos de lujo contrastan ante tanta pobreza. Por qué hay un brilloso BMW negro estacionado delante una precaria casa, frente a la plaza de la villa 31, visitada por tantos políticos en campaña, es todo un misterio.

La villa demanda. En una reunión mantenida con la Ciudad, los nueve flamantes consejeros votados en las villas 31 y 31 bis (ver aparte) solicitaron la colocación de reductores de velocidad y lomos de burro. "La villa se está urbanizando. Es cierto. Pero algunos vecinos ponen escaleras en las calles y los autos no pueden pasar. Necesitamos que haya un inspector que controle todo esto", dice Marcia, habitante del barrio YPF.

Así vive hoy la villa 31, un mundo con reglas propias que reclama nuevas normas de convivencia. Toda una paradoja.

Miércoles 1ro de Julio | Urbana TeVé

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