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Viñedos

La degustación del misterio

A despecho de variaciones climáticas, de alturas o latitudes, de condiciones geológicas o geográficas, esa universalidad es testimonio de la gran comunidad de hombres de la viña y del vino. Esta comunidad tiene unas palabras clave que la sintetizan y la unen: paciencia, amor, trabajo.

Bajo cualquier cielo, un paisaje de viñedos es un panorama tranquilizador. Todo en él aparece trazado, alineado, calibrado, medido. Son campos cuidados, con curvas graciosas y delicadas, arañados por miles de surcos de labor o jalonados por cientos de estacas como si se tratara de una gigantesca parada militar.

El vino hace historia

La metafísica del vino

El Vino hace historia con su contínua evolución. Una evolución rapidísima en estos últimos años pero muy infinitamente lenta durante muchos siglos de inercia. Un largo periodo en donde probando a ver que pasaba con los productos menos nobles se llegó al uso impreciso de lo que muchas veces se nombró como los "polvos del vino".

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Las uvas y el vino

Pero no es así. Las uvas y el vino son hijos del azar. Tan evidente es esto para los enólogos, que sabemos que jamás el vino se parece a sí mismo, que ningún año es igual, que ni siquiera el contenido de un depósito es igual al que tiene al lado. Alternativamente, unos años, con carácter y raza o enclenque y delicado, y otros años, discreto y poco expresivo o bien jovial y amable, el vino se complace en desbaratar todos los pronósticos.

Los cuidados a las uvas y los trabajos del vino son siempre muy estudiados, pero el tiempo impone su ley y la materia prima no siempre es precursora de la misma calidad en el vino. Un retraso en la aparición de los brotes, una floración que se demora, una helada inoportuna, una pertinaz sequía o un pedrisco en el peor momento y la calidad del fruto se puede desbaratar. Todos los años hay que correr todos los riesgos.

Tocada la viña por la gracia o marcada por la derrota, tras la vendimia, el nacimiento de un vino es siempre una alegría, alcanzada al superar los tormentos de la espera y de la revelación. Es ahora el vinicultor quien haciendo de catalizador de las mas misteriosas alquimias participa en lo que es la transformación del jugo de la uva en vino, conociendo así los goces de la imaginación creadora, que luego seguirá disfrutando durante la crianza del nuevo ser.

Para hacer un gran vino hace falta: un aventurero para cultivar la vid, un poeta lúcido para hacer el vino y Un enamorado para beberlo. Es el mensaje que el degustador tiene que descubrir cuando balancea un gran vino de Jumilla en su cuna de cristal. Si los habéis entendido, en adelante beberéis más que una copa de vino: DEGUSTARÉIS EL MISTERIO.