El tango comenzó a popularizarse. Los hombres que asistían a los lupanares y escuchaban esas músicas, se decidieron a bailarlas en improvisadas danzas que muy pronto habrían de unificarse en una forma de hacerlo inspirada principalmente en la coreografía de la milonga. Con esa base, sumada a la creatividad de sus protagonistas, se fueron creando los distintos pasos: el corte, la quebrada, el ocho, la sentada

El auge del baile motivó a los músicos a componer más melodías para ser danzadas y esta circunstancia le permitió al tango su primer avance social: las flamantes "casas de baile" que comenzaron a funcionar en los prostíbulos de mayor nivel, precursores del cabaret, a los que accedían quienes pertenecían a los más altos peldaños de la escala social.

Las casas de baile florecían por doquier en la ciudad de Buenos Aires, que continuaba su indetenible crecimiento y desde poco tiempo antes (1880), ostentaba el rango de Ciudad Capital de la República Argentina. A estas casas se las conocía con el nombre de quien las regenteaba, nombre que casi siempre iba acompañado de un apelativo que, por lo general, aludía a algún aspecto físico o gentilicio de la persona de quien se trataba.

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