Llenó muchas paginas de la pequeña historia y se convirtió en símbolo de la mujer argentina del pasado por la brillantez de su desempeño y la franqueza de sus actitudes.
   El primer gran acto revolucionario fue casarse por amor. Los matrimonios en esa época eran arreglados por el padre, cuya autoridad en esto, como en casi todo lo demás, era indiscutible. Quienes se negaban a hacerlo iban a parar al convento, salida que muchas elegían con alivio, ya que, dependiendo de su dote (la Iglesia también la exigía), podían llevar allí una vida tranquila y privilegiada, pero sobre todo porque las salvaba de tener que convivir con un señor mucho mayor o, peor aún, con alguien que les resultaba repulsivo.
    El convento no la hizo desistir de su deseo de casarse con M. Thompson, un primo segundo. Ella y Martín le escribieron sendas cartas al virrey Sobremonte, que era el único que podía lograr la excepción. Y lo hizo.
    El "caso Mariquita" ocupó las conversaciones de la ciudad porteña mientras duró. Algunos estaban a favor de la joven pareja enamorada y otros tantos en contra de que se transgrediera la prerrogativa paterna de elegir marido para las hijas.  
   El segundo gran acto revolucionario consistió en abrazar la causa de la independencia, y realizaba las tertulias en su hogar. Estas reuniones, de tertulias se hacían en las casas de las principales familias de Buenos Aires.
   Para entender la importancia y el alcance de esas reuniones es nece- sario transportarse a la época. Se ponía mucho esmero y se dedicaba mucho tiempo a preparar la casa para estas tertulias. Y las anfitrionas que sobresalían en esto adquirían una bien ganada fama entre los vecinos de Buenos Aires. En este caso, no sólo se trataba de riqueza, educación superior, encanto personal y belleza. Mariquita era inteligente y estuvo involucrada en política toda su larga vida. En sus tertulias se discutían los acontecimientos, se pasaba informa- ción, se opinaba, se urdía.
   Nada ocurría que no fuera co- mentado en su salón. Allí se susu- rraron órdenes y contraórdenes, se espió y se pasó información, se torcieron rumbos y se fraguaron alianzas. En la lista de invitados y asistentes figuran los nombres de José de San Martín, Manuel Belgrano, Fray Cayetano Rodríguez, toda la Logia Lautaro, y muchos más. Podría decirse que nada de importancia ocurría sin su conocimiento.