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01.
LOS AÑOS DORADOS
02.
UNA INDUSTRIA “SENSIBLE”
03.
LA ERA DEL NAUFRAGIO
04.
UN CAMBIO DE MAREA
05.
A TODA MARCHA
PT.03 Historia de los Astilleros Nacionales
 

LA ERA DEL NAUFRAGIO

A comienzos del ´90 no era difícil predecir que la industria naval terminaría como el Titanic. El sector se vio acorralado por diversas coyunturas adversas que, en conjunto, produjeron la peor crisis que atravesó la actividad a lo largo de su historia. Roberto Tanoni explica que “luego de un parate de más de 8 años, muchas empresas quebraron. Los barcos quedaron arrumbados y en muchos casos se destruyeron al punto de ser imposible su recupero (…) Tengo 40 años en la actividad naval, de los cuales siempre han sido años en decadencia”. Los diferentes censos y estadísticas parecen darle la razón. Según el Censo Nacional Económico (CNE) realizado por el INDEC en 1984, la industria naval contaba con 326 empresas. Para el censo de 1993 quedaban 301 (un 8% menos), para 2004 se registraban -según datos de la FINA- alrededor de 200, un 39% menos. Igualmente, de esas 200, sólo 100 eran astilleros (40 del sector pesado y 60 del liviano). En total, de 1993 a 2001, FINA confirma que hubo un derrumbe en la construcción naval que ascendió al 76%.
Los principales factores del desastre fueron: por un lado la caída de los precios relativos y de la competitividad internacional del país gracias a la convertibilidad, es decir: elevados costos y márgenes mínimos de ganancia; y por otro la promulgación de los decretos 1772/91 y 1493/92 de la era Menemista. El primero disponía el cese provisorio de bandera para los buques y artefactos navales, lo que ocasionó lo que se conoce como “utilización de bandera de conveniencia” (cada armador utiliza la bandera de la nación que le conviene para evitar leyes y restricciones del país en el que opera).
El segundo ordenó la creación del Registro de Buques y Artefactos Navales Extranjeros, que permitía el arrendamiento de buques extranjeros a casco desnudo (lo que se conoce en la jerga de la actividad como el charteo de embarcaciones) con destino a todo tipo de actividades. Esto le asestó un duro golpe a los astilleros, que de por sí habían sufrido una reducción en la demanda de sus productos. En 1997, cuando caducó la normativa, el Poder Ejecutivo la prorrogó a través del decreto 343. Finalmente la misma siguió en vigencia, por una u otra vía, hasta fines de 2003. En un lapso de 12 años la marina mercante argentina se redujo de 149 unidades en 1991 a 66 en 2003 como consecuencia directa de estas medidas
Otro factor fue el cierre del Fondo de la Marina Mercante. El entonces presidente de La Nación, Carlos Saúl Menem ordenó por decreto 2687/93 (año 1993) la disolución del mencionado fondo. El mismo había sido creado con el objetivo de otorgar créditos a armadores privados nacionales para la construcción de buques en astilleros argentinos. Si bien era cierto que se detectaba en el organismo el incumplimiento de la devolución de los préstamos, no deja de ser verdad que el mismo posibilitó la construcción de numerosos proyectos navales.
Como en la mayoría de los astilleros que supieron atravesar la crisis, “la subsistencia de Tecnao S.R.L. se debió en gran parte a las reparaciones y a una prudencia extrema” comenta Roberto Tanoni cuando rememora aquellos años difíciles, dónde construir era un sueño y reparar un milagro.

 

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