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Testimonios

El testimonio de los sobrevivientes es la base fundamental en los procesos de recuperación de los ex centros clandestinos.
Las disciplinas acompañan desde su especificidad a esta recuperación.

D`Agostino, Miguel Ángel
"Tu nombre de ahora en adelante serÁ K 35, ya que para los de afuera estÁs desaparecido", relata D`Agostino.

"Algunos pasaban por la leonera, permanecían dos o tres días y salían en libertad, les decían 'perejiles .... .. eran aquellos que 'chupaban' y que no les servían para nada"

"En los tubos el silencio era total. En las vísperas de los traslados masivos en los que se llevaba alrededor de veinte personas, ese silencio se acentuaba..."

"A veces 'hablábamos' dando pequeños golpes en la pared intermedia que dividía los tubos, o al tocarle el hombro al compañero que iba adelante nuestro en el 'trencito'. Todos esperaban quietos y en silencio que los nombraran, querían salir de allí, todavía quedaba alguna esperanza. El traslado, más que miedo, encerraba cierta expectativa..."

Careaga, Ana María
Ana María Careaga, fue secuestrada el 13 de junio de 1977 cuando tan sólo tenía 16 años y estaba embarazada, era estudiante y toda su familia había llegado de Paraguay perseguida por la dictadura de aquel país.

"La Argentina durante la dictadura fue un país sembrado de campos de concentración. Buscaban la despersonalización (a los detenidos los llamaban por una letra y un número) y el aislamiento total absoluto. El método por excelencia era el interrogatorio y la tortura. Estando en esas circunstancias lo único que querés es morirte, porque no te podés defender ni hacer nada. Ellos lo saben, fijate el grado de sofisticación y avance que tenían, que te decían sin que vos les diga nada ´nosotros sabemos que te querés morir, pero no te vamos a dejar para seguir torturándote.´ Te decían que tenían todo el tiempo del mundo porque nadie sabía donde estabas."

Estuvo secuestrada cuatro meses en ese centro clandestino de detención. Ana María fue encapuchada, desnudada, golpeada, le aplicaron descargas eléctricas en el cuerpo, en la vagina, en el ano, fue colgada de los brazos y piernas, le colocaban bolsas de plástico en la cara, y le quemaron con cigarrillos. Después de los primeros días fue colocada en un pasillo, maniatada y encapuchada. Señaló el especial ensañamiento que empleaban con los prisioneros de ascendencia judía, acompañados permanentemente de la transmisión de discursos de Hitler.

"Cuando comenzaron las excavaciones y vinimos acá, ninguno de nosotros tomó conciencia de la dimensión de esto. Ese día nadie pensó que era como levantar una tapa y encontrarse con eso tan intacto. El grado de impunidad era tal, que plantaron la columna que sostiene a la autopista dentro de un cuartito de un campo de concentración. Cuando cuento mi testimonio siento que no hay palabras para la muerte. Tengo a mi mamá y a mi cuñado desaparecidos. La desaparición no tiene figuras, no podés hacer el duelo, no tiene respuestas, no tiene palabras, nunca terminás de elaborarlo.
Uno, al tener un familiar desaparecido, tantas veces se pregunta ¿dónde estará? ¿qué le estarán haciendo? ¿cómo estará? ¿qué habrá pensado? ¿cuándo se lo llevaron? ¿qué le hicieron? Son preguntas que nunca te podés contestar. Es tremendo cuando veo a los familiares que miran para abajo y dicen acá estuvo mi hijo o mi padre. Esto es parte de la memoria y de la lucha por la justicia.
Con la verdad sola no alcanza, tiene que haber fin de la impunidad. Es una deuda pendiente del conjunto de la sociedad argentina."

Vanrell, Pedro Miguel
Estuvo en el Centro Clandestino de Detencin Club AtlÉtico, comenta que a los judíos les obligaban a levantar la mano y gritar yo amo a Hitler!.


"Los represores se reían, les sacaban la ropa a los prisioneros y les pintaban en las espaldas cruces svásticas con pintura en aerosol. Después los demás detenidos los veían en las duchas, oportunidad en que los guardias - identificándolos - volvían a golpearlos y maltratarlos."

Recuerda el caso de un judío al que apodaban Chango, al que el guardia lo sacaba de su calabozo y lo haca salir al patio.

"...le hacían mover la cola, que ladrara como un perro, que le chupara las botas. Era impresionante lo bien que lo hacía, imitaba al perro igual que si lo fuera, porque si no satisfacía al guardia, éste le segua pegando. Después cambió y le hacía hacer de gato."

En este lugar "el turco Julin" llevaba siempre un llavero con la cruz svástica y una cruz cristiana en el pecho. Este individuo le sacaba dinero a los familiares de los detenidos judíos.