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Mitos y realidades

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En muchos lugares de la estepa y la costa patagónica la velocidad media anual del viento supera los 9 metros por segundo y en algunos llega a los 11 e incluso 12; mientras que en la Europa continental rara vez superan los 8 metros por segundo. Esto importa, porque la potencia aprovechable del viento es función cúbica de su velocidad: dicho de otro modo, al doble de velocidad corresponde ocho veces más potencia.
Aunque las mayores "granjas eólicas" del país se han asentado respectivamente en las dos capitales na-cionales del petróleo y del gas natural, nunca se pretendió que sustituyeran estos combustibles. Durante un tiempo Comodoro y Truncado "cerraron números" combinando generación térmica con eólica. Jamás in-tentaron iluminar sus ciudades a puro viento, sino usarlo para ahorrar hidrocarburos. Pero desde la devalua-ción de fines del 2001 estos molinos importados siguen debiéndose al exterior en dólares y sólo recaudan pesos, de modo que pierden plata.

El alto costo de los equipos –y por lo tanto de la electricidad-, así como de la inconstancia del recurso es común a todas las energías llamadas "alternativas", como la eólica y la solar. En términos ideológicos son muy atractivas, pero en la dura realidad diaria no siempre hay viento o sol disponibles cuando la gente ne-cesita electricidad, y cuando sopla fuerte o brilla el sol no es necesariamente cuando una red pide potencia. En la Argentina las dificultades de crecimiento de la energía eólica reflejan todo esta problemática mundial, pero además tiene componentes propias: gas muy barato, tibias y tardías leyes de promoción, recesión, devaluación, ignorancia en los sectores dirigentes, falta de interés del capital privado. El resultado total desalienta al más pintado. No a nosotros.

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