Entrevista
PUM PUM - ARTISTA
Los dibujos de Pum Pum invaden las esquinas de la ciudad. Sus chicas rubias de flequillo y botas altas pueden verse en las plazas, al lado de las vías del tren y hasta en semáforos o tachos de basura. En la Argentina, las intervenciones urbanas se pusieron de moda a fines de los noventa. Distintos grupos de artistas plásticos decidieron salir del taller y sacar a la calle sus producciones. Pero los street artists no sólo pintan las paredes. A fines de mayo, Pum Pum inauguró su muestra “Buscapleitos” en la galería Hollywood in Cambodia, ubicada en Thames 1885, Palermo Viejo. ¿Acaso el arte callejero devino en tendencia o ingresó al mercado de consumo? ¿Por qué una muestra puertas adentro teniendo las paredes de la ciudad? Para Jimena (Pum Pum) el arte callejero no se restringe a las pintadas políticas del Mayo Francés. Diseñadora gráfica e ilustradora, su trabajo nos recuerda al del protagonista del cuento Graffiti, de Julio Cortázar, quien pintaba las paredes “no como una protesta contra el estado de las cosas” sino que simplemente se divertía haciendo dibujos con tizas de colores. “No quiero sonar superficial”, advierte Pum Pum, “pero para mí reclamarle mensaje a todo es careta.”
Hoy en día mucha gente se queja de que el arte callejero no demanda ni exige nada, ¿qué pensás de este tema?

Es una postura casi clisé: si estás en la calle, tiene que haber contenido. Para mí el aporte estético es algo en sí. Si además alguien quiere tener un mensaje político, perfecto. Hay muchos stencils con ideas sociales que me gustan un montón. Pero tampoco la postura snob de decir: “Mirá, si vas a salir a la calle, sé profunda”. Hoy hay mucho muñequerío absurdo porque hay una facilidad, el tema está muy de moda. También hay gente que sigue teniendo las paredes como herramienta para expresar sus ideas, por medio de pegatinas, stencils, graffitis. Eso está buenísimo. En mi caso no me interesa cargarle tintas conceptuales a los dibujos. Yo hago esto y mi parte profunda la manejo por otro circuito.

¿Por qué elegís pintar en la calle?

Me parece que es algo estético, algo que a mí me gusta. No pretendo tener “el” discurso. Es una anécdota al pasar: ver algo que te guste e inventar una pequeña historia con los personajes. Yo creo que a muchas personas les transmite algo. En una época pintaba mucho en la calle y era loco porque tenía una respuesta muy rápida de la gente. A lo mejor a los dos días tenía un mail que decía “Me encanta como dejás la ciudad” o “En mi camino al trabajo veo tu mural y me gusta mucho”, ese tipo de cosas.

¿Cómo elegís las paredes para intervenir?

Yo pinto con pincel y demoro bastante. Entonces busco paredes abandonadas o pido permiso. Por lo general la gente se copa, antes que tener una pintada política, por ejemplo, prefieren un mural. Después voy ahí y en el momento veo qué surge. No soy de llevar bocetos. Veo los colores que tengo y me adapto con libertad.

¿Cuál es el lugar más raro donde dejaste huella?

En una época llevaba siempre los marcadores en la cartera. Me gustaba pintar tachos de basura, por ejemplo. Una vez me hicieron un pedido, en un bar de Palermo, “Mundo Bizarro”, para que pintara todos los baños. Eso fue raro porque tenía que pintar arriba del mingitorio de hombres, por ejemplo. A la vez fue divertido. Hace poco, también, me pasaron un presupuesto para pintar la fachada de una casa.

¿Tuviste problemas alguna vez pintando una pared?

Una vez nada más. A mí me gusta mucho andar en bici. Entonces cada tanto iba andando, paraba en un lugar y hacía un dibujito con marcadores. Hace tres años, me paró la policía. Pero fue gracioso. Era de noche. Yo estaba volviendo a mi casa, venía por Álvarez Thomas, en Colegiales. En eso vi un interruptor de un semáforo, una caja limpia, que era como un pizarrón. Saqué un marcador e hice un conejo. De repente, a mis espaldas, veo la luz de una sirena y cuando me doy vuelta había un patrullero con dos tipos y uno me dice “¿Ese conejito lo hiciste vos?”. Y yo: “Sí”. Y me dice “Te quedó lindo pero…”, y me hizo un gesto con la mano como diciendo “Rajá”. Tuvo cierta ternura porque era totalmente inocente. Estaba dibujando un conejito con marcadores, cero vandálico.

¿Cómo fue la primera vez que saliste a pintar en la calle?

Yo antes subía muchas ilustraciones al fotolog o hacía muchos stickers a mano y los pegaba en la calle. Ese fue el primer contacto con lo público. A raíz de eso conocí a muchos chicos que eran graffiteros; ellos me propusieron salir a pintar y acepté. Esto fue hace cuatro o cinco años. Mi acercamiento fue por accidente. Salí y dije: “A ver, probemos las paredes”. Y me encantó. Me volví loca.

¿Hay algo particular de la práctica del arte callejero en la ciudad de Buenos Aires, distinto a lo que pasa en el resto del mundo?

Yo noto que lo particular de nuestra ciudad es que tiene como un “delay”. Por ahí lo que ahora se está viviendo, esta euforia de que mucha gente quiere pintar, en otros lados ya se dio hace un montón. En otras partes del mundo ya hay graffiteros o stencileros súper conocidos que tienen sus propias marcas de ropa y son “mainstream”. Acá es como que recién se está prestando atención a todo eso. Igual en Buenos Aires hay mucho contacto entre los que pintamos. Se están armando pequeñas movidas. Hay un grupo de veinte de nosotros, que pintamos de distinta manera, y armamos unas “Expression Sessions”. Ya vamos por la cuarta. Nos juntamos, hacemos una “vaquita” y pintamos en lugares públicos.

¿Piden permiso para intervenir las paredes en esos casos?

En general buscamos paredes que sabemos que se pueden pintar, un paredón vacío, o medianeras que ya están recontra pintadas, en plazas, y esas cosas.

¿Ves al arte callejero como un ámbito machista?

No. Antes había más prejuicios, pero yo creo que ahora hay un montón de mujeres. Me pasó muchísimas veces de estar pintando y de repente darme cuenta de que soy la única mujer entre quince pibes. Yo siempre tuve buena onda. Creo que está tan bueno dibujar que nadie está mirando mucho si sos hombre o mujer.

Si tuvieras que cambiar algo de la ciudad, ¿qué sería?

Un dilema que siempre tenemos es la lucha con las pintadas políticas. Con el tema de las elecciones, sabemos que ese mes todo lo que haya pintado va a quedar sepultado bajo cal. La gente no lo vive como una invasión, ya está súper instalado que te van a llenar de carteles que dicen “Vote a Macri” o “Vote a Ibarra”. Es terrible. A mí me gusta mucho Buenos Aires, pero a veces la percibo violenta. No me refiero a la violencia que te cuentan en el noticiero, sino a la violencia desde la gente. Subirse al colectivo es una lucha; es una ciudad con carga de broncas y malestares. Eso en la calle se respira. Entonces me parece que está bueno tener un pequeño reparo visual, porque vas de malhumor en el colectivo y de repente decís: “Ah, mirá, un sticker chiquitito, ahí pegado”, y desconectás un poco. A mí me gusta mucho observar.

¿Cómo definirías tu trabajo? ¿Te identificás con el mundo del arte o del diseño?

En verdad yo creo que soy un híbrido porque soy diseñadora gráfica, me considero una ilustradora, pero como pinto mucho en la calle, la gente me considera una graffitera, muralista, o lo que sea. A mí me gusta pintar en la calle pero también disfruto el trabajo de taller: el pincel y el papel. A su vez, trabajo mucho en la computadora, cuando hago diseño.

¿Cómo es tu relación con el mercado y las marcas?

Es siempre un dilema porque yo considero que mi mundo Pum Pum es muy personal. Para mí el conflicto es qué te pide una marca a cambio de tu trazo. A muchos trabajos les digo que no. Trato de evaluar hasta qué punto sigo siendo auténtica. Cuando siento que te empiezan a tocar las fibras, ahí ya no me gusta.

¿Ninguno de los objetos que pintás está a la venta?

No, hasta ahora no. Igualmente sí estoy pensando en diseñar unos bolsos que pienso estampar con dibujos.

¿Rechazaste muchas propuestas?

Sí, pero fueron indecentes. Me refiero a propuestas que vos sabés que vas a terminar “bastardeando” tu pequeño mundito de dibujito. No me gusta hacer algo a pedido, que te digan “Quiero tal personaje, haciendo tal acción y que diga la marca”. Para mí está bueno cuando una marca pone plata por un artista o graffitero para dejarlo ser. Tampoco soy de las abanderadas que dicen que no laburan para ninguna marca, porque creo que hay posibilidades de hacer algo interesante, que banquen propuestas y eventos. Hay que reflexionar ante cada propuesta y ver si da o no da.

¿En qué te inspirás para crear tus personajes?

Hay un personaje, el de “la flequilluda” o “Big Flequi”, que es como una caricatura de mí misma, una “mini-me”. Me gusta meterla en un universo de personajes medio raros. Creo que nació en base a una idea de hacerme a mí misma como caricatura conviviendo con bichitos. Después están los conejos, los gatos con botas… Me armo una serie de personajes e invento historias en base a eso.

¿Por qué elegiste “Buscapleitos” para el nombre de tu exposición?

Los chicos de la galería me ofrecieron el lugar para hacer algo con total libertad, desde pintar las paredes, poner cuadros, o armar instalaciones. Yo ya había hecho unas exposiciones con cuadros, un poco más ortodoxas. Y justo ahora estoy en una etapa en la que quiero volver a la ilustración con acuarelas, plumín, tinta china. Entonces quise aprovechar y hacer eso, bien de “vieja escuela”. El nombre lo elegí porque yo soy medio buscapleitos, de carácter peleador. Por ahí estoy re tranquila y soy buena, pero me saco y “pum pum”. Al final, cerré la idea de la muestra creando personajes de una pandilla que fueran buscapleitos, y traté de armar una situación mínima que uniera lo que estaba haciendo.

¿Qué consejo le darías a un ilustrador que recién empieza?

A mí me sirvió mucho practicar técnicas, la soledad. Está bueno tener una etapa de investigación, de experimentar y encontrar tu trazo o tus colores. Hay que detectar lo personal, el trazo seguro sale con lo que te gusta. Yo, por ejemplo, pinto desde chica y soy diseñadora gráfica pero nunca estudié ilustración. En algún momento me gustaría hacer cursos de ilustración con alguien que haga algo muy distinto a lo que yo hago.

¿Te gustaría cambiar el estilo?

No, porque dentro de lo cómoda que me siento con lo que hago, voy mutando. Los personajes cambian. Ahora veo mi fotolog de hace unos años y no me reconozco. A veces tengo que hacer ilustraciones para trabajos de diseño, fuera de Pum Pum, y cambio el estilo. Pero dentro de Pum Pum no cambiaría radicalmente.

¿Cómo influye Internet en tu trabajo?

Lo veo como algo positivo porque da la posibilidad de mostrar lo que hacés y vincularte con brasileros, franceses, o personas de otros lugares que a veces no entendés lo que dicen pero con los que te mandas dibujos y es súper nutritivo. Hay mucha gente, por lo general más chica, que me cuenta que empezó a pintar porque les gustaba lo que yo hacía e incluso me manda sus cosas por mail. Eso es genial.

¿Por qué no revelás tu nombre?

Nunca digo nada. En un momento, cuando empecé a subir dibujos al fotolog, ni siquiera decía que era mujer. Para mí es como un accesorio quién sos o cómo sos. El otro día un periodista me preguntó si no daba mi nombre por egocentrismo, y para mí es todo lo contrario. Muchos graffiteros no dan el nombre porque hacen cosas vandálicas. En mi caso, no me interesa mostrarme. Lo que quiero que se conozca son mis dibujos.