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PELICULA DEBATE: GARAGE OLIMPO En la plaza de la Memoria, el viernes 19 de Diciembre se proyectará la película Garage Olimpo, luego habrá una mesa debate con el director Luis Puenzo y sobrevivientes del Club atlético.+ Info.

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CONDENAN A UN REPRESOR DEL CLUB ATLETICO
La pena de 12 años de reclusion por privación ilegitima de la libertad al ex- agente de la policía secreta pinochetista: Enrique arancibia Clavel+ Info.
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RECOGEN MUESTRAS DE SANGRE DE FAMILIARES DE DESAPARECIDOS
El equipo argentinode antropologia forense realizará una campaña de recogida de muestras de familiares de desaparecidos durante la ultima dictadura argentina pra ayudar a la identificacion de las victimas.+ Info.
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EL PROCESO DE LA DETENCION SEGUN LO VIVIERON LOS SOBREVIVIENTES

 

Este centro clandestino de detención funcionó desde mediados de 1976 hasta el mes de diciembre de 1977. Fue demolido poco después, pero de los relatos de algunos testimoniantes y otros informes obtenidos por la CONADEP, pudo establecerse que estaba instalado en un predio ubicado entre las calles Paseo Colón, San Juan, Cochabamba y Azopardo.

 

Las personas alojadas en dicho centro llegaban en el interior de vehículos particulares severamente tabicadas. Al llegar al lugar eran sacadas de los automóviles y transportadas violentamente - casi en vilo - por una escalera pequeña y un lugar subterráneo, sin ventilación.

Así surge de los dichos de Carlos Pachecho (Legajo N° 423), Pedro Miguel Antonio Vanrell (Legajo N° 1132) Daniel Eduardo Fernández (I egajo N° 1310), José Angel Ulivarri (Legajo N° 2515) y otros, coincidiendo casi todos en que al llegar se abría un portón. Eran desnudados sin excepción, hombres, mujeres, jóvenes y ancianos y revisados, mientras eran empujados y maltratados. Se les retiraban todos sus efectos personales, que jamás les fueron devueltos. «Tu nombre de ahora en adelante será K 35, ya que para los de afuera estás desaparecido...», relata Miguel D"Agostino.

De allí eran llevados al quirófano o sala de torturas y el miedo se habla convertido en terror y desesperación.

"Durante el interrogatorio pude escuchar los gritos de mi hermano y de su novia, cuyas voces pude distinguir perfectamente" (Nora Strejilevich - Legajo N° 2535).

Una vez que se detenía momentáneamente la primera sesión de «ablande» algunos eran llevados casi a la rastra a la «enfermería» y luego a la «leonera» o directamente a los «tubos». En los tobillos se les colocaban unas cadenas, cerradas con candados de cuya enumeración era imprescindible acordarse, ya que, si no, corrían el riesgo, cuando eran trasladados al baño, de no obtener las llaves correspondientes que los abrieran. Entre el tabique que impedía casi totalmente la visión, los grillos en los pies, además de la cara y de la partes más visibles del cuerpo llenas de hematomas, magulladuras y heridas abiertas - amén de la ropa que se le asignaba a cada uno - la imagen de estos seres sometidos a condiciones infrahumanas es un recuerdo lacerante para cada uno de los escasos sobrevivientes.

«Algunos pasaban por la leonera, permanecían dos o tres días y salían en libertad, les decían "perejiles"... eran aquellos que "chupaban" y que no les servían para nada» (Migud Angel D"Agostino - Legajo N° 3901).

«Después de pasados los primeros días, me llevaron a una celda, y pude ir adaptándome poco a poco a esa vida, aprendiendo cómo tenía que vivir, qué era lo que podía hacer y lo que no podía. A pesar de que permancia siempre tabicada y de me sacaban tres veces por día para ir al baño, pude hacerme una idea general de cómo era el lugar donde "vivía"(...)

El campo, que se hallaba en un subsuelo, tenía dos secciones de celdas, que estaban enfrentadas en un pasillo muy estrecho: de un lado los pares y del otro los impares. Para sacarnos al baño abrían las puertas una por una - cada uno de nosotros tenía que estar de pie cuando se abría la puerta - y luego desde la punta del pasillo el guardia gritaba el número de las celdas, allí nosotros nos dábamos vuelta y cada uno se tomaba de los hombros del que tenía delante, formando un "tren" que era conducido por un guardia.» (Ana María Careaga, Legajo N° 5139).

El promedio de secuestros era de 6 ó 7 por día, pero hubo oportunidades en que ingresaban hasta 20. A intervalos regulares, un grupo importante de detenidos partía con destino desconocido. Dice D"Agostino:

«En los tubos el silencio era total. En las vísperas de los traslados masivos en los que se llevaba alrededor de veinte personas, ese silencio se acentuaba...»

«A veces "hablábamos" dando pequeños golpes en la pared intermedia que dividía los tubos, o al tocarle el hombro al compañero que iba adelante nuestro en el "trencito". Todos esperaban quietos y en silencio que los nombraran, querían salir de allí, todavía quedaba alguna esperanza. El traslado, más que miedo, encerraba cierta expectativa...».

 

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