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11/03/2023 | por Verónica Villafañe
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Benjamín Ávila es director, hijo de desaparecidos y responsable de una de las mejores películas sobre la dictadura que se ha realizado hasta aquí en la Argentina: Infancia Clandestina, primer película de ficción de su carrera, está basada en su propia infancia, –antes había hecho un documental sobre los hijos y los nietos de desaparecidos, y la búsqueda de su identidad- y asume el desafío de contar la historia desde el punto de vista de un chico de 11 años, hijo de militantes montoneros que sin quererlo se convierte en protagonista de una lucha que no eligió, y que lo marcará para siempre.
Por fuera de los clichés de ciertas películas y novelas que caen una y otra vez en el facilismo de narrar los años de la dictadura desde la violencia que caracterizó esos años, la película propone una mirada humanizada de los militantes de los 70, que permite al espectador asomarse a esas historias sensibilizándose con la convicción y el idealismo que los movilizaba. ¿Ese fue uno de los objetivos que se propuso, como director? ¿Qué puede decir respecto de este punto?
Siempre sentí que necesitábamos, los hijos de desaparecidos y asesinados por la última dictadura en la argentina, una historia que nos represente emocionalmente. Desde la ficción hablo, creo que hay unos documentales, hechos también por hijos, que nos representan como Historias Cotidianas o Papa Iván, pero en la ficción no lo había. Desde ese lugar siempre tuve la sensación de obligación de hacer esta película, que yo digo que viene a proponer una nueva mirada, un nuevo punto de vista, sobre las ideas de aquellos militantes de los 70’. Cuando la mostramos por primera vez terminada en mayo de este año en el Festival de Cannes, la sensación de misión cumplida fue muy fuerte. Tuve la sensación poderosa de cruzar la meta como el maratonista que llega al final de la carrera, sin importar el puesto. Esa sensación, ese alivio, esa liviandad me dimensionó lo que la película representaba para mí. Que era un deber, que debía hacer, y en lo más íntimo tenía la certeza de “ahora si puedo hacer lo que quiera, ya cumplí”.
En lo personal, ¿a qué punto le resultó complejo asumir el relato de parte de su infancia?
Lo más complejo fue correrme de mi propia historia y construir una historia que se basara en mi infancia y la de mis hermanos pero que tuviera su propia lógica, sus propias reglas. Es raro porque de algún modo las personas que nos conocen sienten que es nuestra infancia tal cual, pero realmente hay muchas cosas que sucedieron de otra manera y que responden al universo que creamos con Marcelo Muller, con quien escribí esta historia. El Tío Beto, la historia de amor, la edad de los chicos, el modo en que se desencadenan algunos hechos no existieron en la realidad, pero el cumpleaños, el cotidiano de la familia, la relación con los padres, la visita de la abuela, aunque de otra manera, son reales.
La emoción que produce la película -¬ovacionada de Buenos Aires, Toronto, Cannes, San Sebastián- es sin duda uno de sus mayores méritos. ¿Cuáles evalúa usted que son las virtudes más destacables de este trabajo que ha concretado el equipo y qué diferencia tiene esta obra de otras que abordan la temática de la dictadura?
Realmente la recepción emocional de la película en todos los lugares donde se ha presentado ha sido maravillosa, muy emotiva. Cannes fue la primera vez y nos sorprendió mucho la ovación interminable que generó el público. Y de ahí en más en cada lugar: ¡lo de San Sebastián fue tremendo! Creo que la película toca un tema que es muy universal, que es el amor y la niñez. ¿Quién no ha tenido su primer amor?, ¿quién no se ha enamorado alguna vez? Y todos fuimos niños. Creo que partiendo desde ese lugar la identificación funciona mucho, y como la historia de Juan es tan particular, esta identificación nos ayuda a entender poderosamente lo que siente y el por qué de sus emociones. Esto no deja de sorprenderme. La devolución que vengo teniendo desde que la película se estrenó en Argentina, por Facebook o por mail, la gente ha expresado sus emociones constantemente y cómo la película sobrevive dentro de ellos por un tiempo muy largo. Me emociona que la película emocione.
Está acompañando la película en las ciudades en que se presenta. ¿Cómo le resulta el contacto con el público, qué le aportan los espectadores a la mirada que usted mismo tiene de la película?
Es algo que quería hacer, me gusta mucho poder vivenciar lo que la película provoca, en vivo y en directo. Ese es el privilegio que tiene el teatro que la relación es directa pero el cine no lo tiene. Así que acompañarla por algunas presentaciones me permitió eso y hacer una charla posterior a la proyección y recibir, en caliente, lo que le sucede a la gente. Es algo invalorable, se aprende mucho del público.
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