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Entre 1860 y 1930 desaparece el tipo social nativo. Se borran las costumbres españolas, surgen mayores contrastes y la sociedad argentina se complejiza. Ante 6.500.000 de inmigrantes, la sociedad criolla no logra imponer su sello cultural. A su vez, los inmigrantes no pueden identificarse con los criollos. Las clases altas con raíces españolas rechazaron al inmigrante italiano y, por primera vez en la Argentina, las clases sociales se cierran.

El carácter esencialmente urbano de la inmigración fomentó el nacimiento de industrias y de la clase media. Algo curioso: en Inglaterra se fabrican telas para ponchos y alpargatas (ambos aportes de los españoles), mientras que los inmigrantes no aportaron casi nada a la vestimenta; por el contario, procuraban vestir ostentosamente para poder ascender socialmente.

La ropa cobra gran importancia debido a la inseguridad que esta mezcla de razas imponía. Al igual que a los muebles de los nuevos ricos, no se les exige calidad, sino que causen impresión. Las mujeres ya no cosen sus trajes; aparecen modistos y sastres que diseñan y hacen la ropa para diferentes ocasiones y personalidades.

Los modelos de vestidos y trajes que se comienzan utilizar son totalmente nuevos y transgresores para la época, los detalles se minimalizan o se exageran al máximo. Los hombres también empiezan a vestir trajes diseñados y cosidos por sastres y la moda comienza a cambiar paulatinamente.