En la Argentina de 2025, el derecho a expresarse libremente vuelve a ser una frontera en disputa. Frente a un gobierno que desfinancia la cultura, cierra espacios de formación pública y persigue voces críticas, hablar —crear, cuestionar, investigar— se convierte en una forma de resistencia. Nuestro país tiene una herida marcada por la censura, la persecución y el intento sistemático de borrar identidades, ideas y memorias. Pero también tiene una tradición profunda de lucha por la verdad, por justicia y por la memoria colectiva que no se negocia. Hoy, el fortalecimiento de la libertad de expresión no es solo un reclamo sectorial: es una forma de sostener la democracia. Es cuidar la universidad pública, el arte , la prensa y nuestra historia. Porque sin libertad para contar lo que pasa, ¿qué queda del derecho a imaginar un futuro?