Mundo Bayer

Osvaldo Bayer expone su mirada hacia nuestra historia

Osvaldo Jorge Bayer es un historiador, escritor y periodista anarquista argentino ha estado permanentemente involucrado en la lucha por las reivindicaciones de los Pueblos Originarios argentinos.

A veces las sociedades muestran rostros crueles y cínicos que nos hacen sospechar que el ser humano, en general, es acomodaticio y falso. Aunque nunca generalizaremos –por las muestras de coraje civil de tantos héroes del pueblo–, sin embargo nos hace sentirnos a veces inseguros y pesimistas. Por ejemplo, el cinismo de las autoridades chilenas con la huelga de hambre que sostienen los treinta y dos mapuches podría calificarse de despreciable, sin caer en el prejuicio ni en lo injusto. El caso ya es notorio, lo conoce todo el mundo, esos presos están en huelga de hambre ya desde hace 75 días y, para colmo, en las últimas jornadas ya ni siquiera toman líquidos. Siete de ellos han sido internados en el hospital de Concepción. Se ha levantado un clamor que trasciende los Andes y ha llegado a todas las latitudes.

Están detenidos desde los tiempos de la presidenta Bachelet, y ésta se defiende diciendo que están condenados por la ley antiterrorista y que ella pidió la anulación de esta ley pero su pedido fue rechazado por el Congreso nacional. Causa pena que la heredera de Salvador Allende haya permitido que se aplicara la ley antiterrorista aprobada por el dictador Pinochet. Y que ahora siga rigiendo bajo el nuevo mandatario Piñera, un heredero de la derecha que apoyó al criminal militar. Es lamentable que representantes elegidos por el pueblo sigan obedeciendo dictados de los que asaltaron el poder y cometieron delitos de lesa humanidad contra el pueblo.

Estos héroes mapuches que llevan a cabo la huelga de hambre son tratados así porque defienden su tierra contra los avances de un capitalismo que destruye la naturaleza. La reacción de ellos fue legítima: oponerse para defender el medioambiente que siempre los ha rodeado. Se los acusó de terroristas y están siendo juzgados por tribunales militares porque así lo ordena la ley de Pinochet. Además fueron detenidos en forma oprobiosa por los mismos militares. Por eso empezaron con la única arma no violenta que puede comprometer a los injustos del poder: ofrecer la propia vida como protesta. La huelga de hambre. Con sus imprevisibles consecuencias.

Pero eso sí, el gobierno de Piñera exige de la Argentina que le entregue al luchador de la resistencia Galvarino Apablaza Guerra, que fue secuestrado en aquellos años y torturado bárbaramente por la dictadura militar chilena. Lo exigen los mismos jueces que actuaron durante la dictadura de Pinochet y que siguen en su oficio en la actual “democracia”. La Asamblea Nacional por los Derechos Humanos de Chile ha protestado enérgicamente constatemente por la pretensión de Piñera y sus jueces y destaca que esa actitud "no es más que la continuación de una política de terrorismo de Estado".

Creemos que en el caso de los huelguistas de hambre mapuches del sur chileno, defensores de su tierra y su naturaleza, debemos expresar, como latinoamericanos todo nuestro apoyo y nuestra protesta, para marcar nuestro futuro sin fronteras y por el respeto a nuestra naturaleza pensando en las próximas generaciones futuras. Ante todo, debemos proteger y recordar a quienes ofrecieron su vida en su lucha contra las dictaduras.

Y en esta semana vivimos un acto en el que quedó en evidencia una vez más que en la Historia triunfa finalmente la ética. En la propia Legislatura de Buenos Aires se llevó un acto –iniciado por la diputada María José Lubertino– por el cual se apoyó mi proyecto de reemplazar el monumento al genocida Julio Argentino Roca por un monumento a la mujer de los pueblos originarios. Proyecto que el escultor Andrés Zerneri ya se ha tomado la responsabilidad de llevar a cabo. El proyecto se basa en que esa mujer sufrió lo indecible cuando se llevó a cabo el genocidio roquista titulado “Campaña del desierto”, sus hombres fueron enviados prisioneros a diversos lugares del país como esclavos, se les quitó a sus niños y ellas mismas fueron repartidas como sirvientas en Buenos Aires. Además, esa mujer fue la madre del criollo que, como soldado, integró los ejércitos que nos liberaron del yugo español. El proyecto fue presentado hace varios años y rechazado por el macrismo con el único argumento de que “en historia hay que mirar hacia delante”, argumento que barre todo principio ético en la historia.

En ese sentido se ha producido un hecho que habla de la superficialidad de algunos representantes de la ciudad. El director de escuela Enrique Samar, conocido por su lucha contra todo racismo y por la verdad histórica, propuso que la Plaza de los Virreyes de esta capital pase a tener el nombre del máximo héroe de los pueblos originarios que se llama nada menos que Túpac Amaru. Los documentos de este revolucionario que se adelantó a los hombres de Mayo en varias décadas y que quería la eliminación de la esclavitud con que los españoles sometían a las poblaciones originarias, y la libertad definitiva de estas tierras, sufrió la muerte más cruel ejecutado por los representantes del “rey católico de España” y saludada por los obispos católicos de Lima y Buenos Aires. Que haya todavía una “Plaza de los Virreyes” en Buenos Aires marca la falta de conocimiento histórico y espíritu libertario de nuestras autoridades municipales, ya que esos virreyes llevaron a cabo la esclavitud de las poblaciones originarias y la represión de todo intento de independencia de los sometidos. Pues bien, ante la iniciativa del docente Samar la mayoría de la comisión de cultura votó a favor de la propuesta mientras los representantes de Macri, los del PRO, votaron en contra con este argumento: “Que la historia nos demuestra que los virreyes fueron protagonistas trascendentales en la construcción cultural, política y económica del virreinato del Río de la Plata –antecedente histórico e institucional de nuestro país–, por lo que no resulta inconveniente que una plaza de la ciudad lleve el nombre de Plaza de los Virreyes”. Esto, justo en el Bicentenario de la Revolución de Mayo. Increíble, porque además ese nombre fue dado a esa plaza por la dictadura militar de la desaparición de personas. Con ese criterio a las próximas plazas habría que ponerles el nombre de “Martínez de Hoz”, “Sociedad Rural” o por qué no “Invasiones Inglesas”. El cinismo a veces nos ofrece formas rioplatenses autóctonas. Por eso, no olvidar.