Crónicas de viajeros
Dicen los grandes aventureros que el destino final es siempre una excusa, que lo más importante es el viaje en sí mismo. Recorrer kilómetros y kilómetros de caminos ruinosos, aventurarse por lugares desconocidos y retar a la naturaleza que más de una vez trata de hacernos desistir, eso es sólo una parte del viaje, esa es la parte de la emoción, del reto que se nos ofrece y que tomamos gustosos. ¿Cuál es el fin? Nos han preguntado más de una vez y la sonrisa se dibuja inmediata en nuestros rostros, mientras recordamos puestas de sol sobre glaciares, sobre mares helados, sobre montañas nevadas, sobre campos interminables. Mientras, recordamos la sonrisa sincera de amigos que nunca más veremos y que en un fugaz encuentro nos dieron lo mejor de ellos. Mientras, recordamos nuestras mil y una noches alrededor de una fogata contándole a un público cautivo nuestras peripecias. No, no existe una razón para viajar, existen un millón, una por cada lugar, por cada persona, por cada nuevo desafío, por cada amigo que puso un poco más de alimento en nuestras alforjas, animándonos a seguir para que sus anhelos de viajeros imaginarios vayan con nosotros.