Moda por epocas Estilo Argentino Mujeres Argentinas Diseñadores Bicentenario

en busca del estilo patrio


La moda rioplatense va alterándose poco a poco a lo largo del tiempo, el cual podemos dividir en tres grandes períodos: desde la creación del Virreinato en 1776 hasta 1830; desde el primer gobierno de Rosas, 1830 a 1870, y finalmente desde 1870 a 1914, cuando comienza la Primera Guerra Mundial.

Desde la creación del Virreinato hasta 1830, las mujeres porteñas usaban durante éste período el traje de origen español que estaba formado por faldas largas y anchas, que cubrían enaguas confeccionadas, el lienzo blanco o adornadas con gran cantidad de puntillas. Utilizaban camisas de lino con encajes, y sobre la misma un chaleco.

Lo que distinguía a las clases sociales en las mujeres era la prenda que usaba para cubrirse la cabeza al salir de su casa. Las mujeres de mejor condición se cubrían con mantillas que consistían en un trozo de seda el cual termina con una borla en cada extremo.
Las mujeres de menor condición social utilizaban, en cambio, el rebozo, que consistía en una pieza de forma cuadrangular, generalmente clara, que cubría la cabeza y los hombros. Con el correr del tiempo, las mujeres de clase alta comenzaron a usarlo solamente para protegerse del frío, aunque la diferencia se notaba ya que las telas en que las confeccionaban eran de mejor calidad y les agregaban cintas de raso y terciopelo en los bordes.

Con respecto a los peinados, el pelo era recogido en un rodete que se ajustaba con peinetas. En los pies, el vestido español se complementaba con unas zapatillas de seda o de brocado de oro, con hebillas de diamantes y tacos altos.
Los trajes de gala se hacían en blanco y con bordados, se veía acompañado por una capa echada sobre un hombro. Varios volados de encaje en los puños caían sobre las manos.
Los colores más utilizados eran el verde, el azul y el amarillo.
Las pelucas se presentaban en diversas formas; terminaban en una trenza o se ataban con un moño en la nuca o formaban un todo de bucles.

La Revolución Francesa impulsó a la vestimenta femenina hacia el estilo de la `simplicidad' y a la masculina, a la uniformidad. Llevando así a este país a convertirse en el liderazgo de la moda femenina. El estilo de `simplicidad' nombrado anteriormente se basa a una imitación de los estilos clásicos grecorromanos, que presentaban vestidos de colores muy claros, de muselina transparente , linón y seda que se usaban en invierno y en verano; junto a éstos vestidos, las porteñas utilizaban pequeños sombreros con flores y cintas de colores.
La información del uso de los tejidos de lana en los vestidos femeninos, las boas de plumas y la nueva moda de usar trajes de novia, que surgen hacia 1828 en Europa, llega rápidamente a Buenos Aires.
El romanticismo abarcó todo el período que incluyó los cuarenta años posteriores a 1830.

La moda nos muestra hasta qué punto está relacionada con los cambios sociales, ya que los románticos buscaban hacerse notar a través de su vestimenta y de su aspecto físico.
Se usaba el color punzó, históricamente símbolo de poder; es así cuando las mujeres federales comenzaron a usar un moño del mismo color en el lado izquierdo de sus peinados, moda que por supuesto no usaron las mujeres unitarias.
El color punzó llegó tan lejos que se acaparó hasta de los uniformes de los alumnos, sirvientes, las testeras de plumas de los caballos y llegando hasta el color de los carros fúnebres.
Desde 1830 el pantalón deja de ser ceñido y se lleva ancho con tirantes. Las porteñas se paseaban con vestidos muy complejos y recargados.

El gran estallido de toda la historia de la moda nacional fueron los grandes peinetones; la moda española se mantuvo vigente entre las mujeres de las clases altas de Buenos Aires hasta unos años después de la caía de Rosas. En los últimos años de su gobierno, surgen algunas modificaciones en la moda especialmente referidos a detalles y accesorios; las faldas se vuelven cada vez más anchas y más largas y las mujeres elegantes de la época se colocaban sobre unos pantalones de lencería que llegaban al tobillo, adornados de encajes.

En 1857 ya habían desaparecido en Buenos Aires los grandes peinetones; el peinado cambió, llevándose la raya al medio y recogido por bucles que caían hasta los hombros, una flor completaba el arreglo.
La moda del Río de La Plata tuvo como característica la ausencia de gorros y sombreros hasta la aparición de la capota.
En éste mismo año las faldas que habían aparecido en Francia, aparecen en Buenos Aires en 1860, adoptando la forma de cono que termina con una gran circunferencia sobre el suelo, armada con aros de acero desde la rodilla hacia abajo.
Éste largo período de 45 años (1870 a 1914) había comenzado de manera muy diferente ya que la fiebre amarilla había asolado la ciudad; “como prueba palpable de la terrible crisis, era curioso ver la enorme cantidad de personas que andaban vestidas de luto por la calle o en las reuniones”.

Durante todo el período hasta la Primera Guerra Mundial, el estilo se mantuvo bastante estable, se presentan modificaciones pero que no alteran las líneas básicas, manteniéndose las formas anchas con una importante sobrecarga de adornos y una gran variedad de tejidos diferentes. Éste estilo desaparece en 1890; pues la moda se va perfilando a un nuevo tipo de vida más ágil y dinámico. Se caracteriza por los vestidos encintados en raso y sumamente entallados; como accesorio primordial se utilizaban pendientes muy largos. Se usaban blusas de género de lencería que tenían cuellos subidos y mangas abullonadas junto a las faldas campana y las botitas cerradas con botones a un costado.

Hacia 1891 las formas se modifican; la falda es mucho más angosta y las mangas se vuelven a llevar abombadas o globo como en 1830. La prenda que caracteriza toda ésta época son los corsé, que en 1870 se define como “talle avispa”; desde entonces las cinturas pasaron de medir de 63-70 cm. a 43-50 cm. Hacia 1903 y 1904 el corsé llega a su fin.
Las damas federales lucen moños punzó, una de las primeras manifestaciones auténticamente argentinas de la moda.