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Osvaldo Bayer, "un anarquista y pacifista a ultranza" como él se autodenomina, nació en la provincia argentina de Santa Fe en 1927. De 1952 a 1956 estudió Historia en la Universidad de Hamburgo (Alemania), y de regreso a la Argentina, se dedicó al periodismo, la investigación de la historia argentina, y a escribir guiones cinematográficos. Trabajó en los diarios Noticias Gráficas, en el Esquel de la Patagonia, y en Diario Clarín, en donde también se desempeñó como secretario de redacción. En 1958 fundó "La Chispa", al que él mismo denominó como "el primer periódico independiente de la Patagonia".
Un año después fue acusado de difundir información estratégica en un punto fronterizo, y es obligado por la Gendarmería a punta de pistola, a abandonar Esquel. Luego, de 1959 a 1962, fue secretario general del Sindicato de Prensa.Durante el régimen de la presidenta María Estela Martínez de Perón (alias Isabelita), controlada por su ministro ultraderechista José López Rega, Bayer fue reiteradamente amenazado y perseguido debido al contenido de sus obras, principalmente por su libro "La Patagonia rebelde", lo cual motivó su exilio en Berlín desde 1975, y hasta la caída de la posterior dictadura militar autodenominada Proceso de Reorganización Nacional en 1983. Entre sus ensayos más importantes están "Los Vengadores de la Patagonia Trágica" "Los anarquistas expropiadores y otros ensayos", "Fútbol argentino", "Rebeldía y esperanza", "Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia" y la novela "Rainer y Minou".

A los 78 años, dueño de una vitalidad y una lucidez envidiables, Osvaldo Bayer -escritor, periodista, historiador- es una fuente que desborda anécdotas e historias de vida. Con el domicilio repartido entre Buenos Aires y Alemania -donde estuvo exiliado y donde vive casi toda su familia- este santafecino simpático y duro a la vez, infatigable luchador por los derechos humanos, no duda en acudir a cuanta charla es invitado. Acaba de recibir el título Honoris Causa de la Universidad de Salta, la quinta universidad argentina que se lo otorga.

 

 

¿Qué anda dando vueltas en su cabeza en estos días?

Estuve visitando Valentín Alsina, un barrio tan cercano a la Capital, ahí nomás, cruzando el Riachuelo. Y sentí mucha vergüenza, sentí mucho dolor por la gran pobreza que vi. No es una villa miseria, son todas casitas de material, pero semidestruidas; gente joven sentada en los umbrales, casi al mediodía, mirando con mucha tristeza. Todos evidentemente sin trabajo. Y yo pensaba ¿qué va a pasar con todos estos jóvenes dentro de diez años? No han podido aprender un oficio, no tienen trabajo, ¿a qué se van a dedicar? Y pensé: ¡cuánta violencia hay en nuestro país todavía!

¿Qué lo llevó a desenterrar esa historia, dando el puntapié inicial para que todos nos enteráramos de lo que estuvo oculto tanto tiempo?


Mi interés se debe a que mis padres vivieron por aquella época en Río Gallegos. Vinimos a vivir a Buenos Aires cuando yo tenía 7 años. Mi padre siempre relataba todo aquello porque quedó muy impresionado por la forma en que se trataba a los peones rurales. Se los traía desde el campo a la ciudad a lanzazo limpio y se los metía en la cárcel de Río Gallegos. Mis padres vivían a dos cuadras de la cárcel, y de noche escuchaban los alaridos de los peones, porque les daban unas palizas tremendas. Todo eso incidió en mí…-Estamos hablando del año treinta y tantos…-Del año ‘35 más o menos.

No mucho tiempo después de la masacre…

Claro, y siempre me quedó ese interés por saber más de todo eso, porque era uno de los temas preferidos de mi padre. Y cuando Félix Luna crea la revista Todo es Historia, me pide que escriba sobre el tema, porque siempre hablaba de eso. Yo era jefe de la sección Política y Fuerzas Armadas en Clarín, y Félix Luna era un redactor a mis órdenes en aquella época.

¿En qué años?


Años ‘68, ‘69, ‘70. Yo le hice dos notas para la revista donde escribí sobre las huelgas patagónicas. Había empezado a hacer la investigación pero en Buenos Aires, para ir a Río Gallegos había que tener tiempo. Esas notas tuvieron mucho éxito, y me vino a ver un editor que estaba interesado en el tema. Entonces me metí de lleno en la investigación, que duró ocho años. Fueron 4 tomos de La patagonia rebelde, y al mismo tiempo se hizo el film. Yo hice el guión y fui asesor histórico. Tuvo un gran éxito, pero por esos años ocurrieron muchas cosas y fue prohibido por el gobierno de Isabel Perón. Durante la Dictadura fueron quemados los tres primeros tomos del libro.

 

Una película que ostentaba algo así como un dream team de los actores argentinos: Pepe Soriano, Federico Luppi, Héctor Alterio en el papel del coronel Varela…

No nos olvidemos de Brandoni que se va a poner celoso. (Risas).

El año pasado se cumplieron treinta del estreno de la película. ¿Cómo se sintió en el homenaje que le hicieron en la Casa de Gobierno? Parecía mentira…

Sí, sí, parecía fantasía. Después de sufrir ocho años de exilio por ese film y por esos libros, después de estar prohibido tanto tiempo; de pronto, teléfono desde la Casa de Gobierno: «El señor presidente de la Nación lo invita al señor Bayer.

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